Collage íntimo

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Trocitos...

miércoles, 3 de agosto de 2011

Las vacaciones



El verano y las vacaciones son, para mí, tiempo de vivir despacio y recuperar recuerdos bastante remotos.




Probablemente ese vivir despacio es lo que verdaderamente otorga sentido a las vacaciones en clara contraposición al cotidiano ajetreo de prisas, carreras, horarios y bocinazos en los semáforos. Esa rutina de despertador-ducha-café-coche-trabajo-niños-colacaos-mochilas-colegio-tráfico... milagrosamente sustituida por esa otra de dormir-enredarse-en-las-sábanas-café-en-la-terraza-periódico-bañador-protector-solar-flotar-en-el-mar-chiringuito-gazpacho-sardinas-asadas-siesta-piscina-tinto-de-verano-paseo-atardecer-helado-conversación-cartas...




Este vivir despacio, aparte de los evidentes beneficios físicos y mentales, te permite un contacto más consciente con todo lo que te rodea, incluyendo, claro está, a las personas.
Estos días puedo dedicar gran parte de mi tiempo simplemente a observar lo que me rodea y poner a prueba mis sentidos y su memoria. Puedo dedicar horas a leer, cosa que habitualmente hago muy a salto de mata. Siempre ando con mi libro cerca y a ratos le voy dando achuchones hasta que, cuando me doy cuenta, ya le quedan menos de cincuenta páginas.




Puedo dedicar todo el tiempo que me dé la gana a observar a mis hijos. En la playa, observo perplejo el cuerpo de mi hijo mayor. Su torso cada vez más desarrollado acompaña sin esfuerzo y con agilidad al resto del cuerpo en sus piruetas sobre la arena. Bronceado, con el brillo de las gotas del agua del mar sobre su piel, parece no percibir cómo crecen sus músculos y se desborda de vida. Incapaz de controlar su energía, es incapaz de caminar y se desplaza haciendo volteretas laterales sucesivas de un lado a otro. Su cuerpo no habla; grita. Él no sabe que yo sé que me observa cuando juego con el pequeño y contabiliza las veces que le hago volar, que le abrazo o que le mordisqueo la barriga. Siempre tengo una o dos más para él, para que le salgan las cuentas del pequeño príncipe destronado y todo esté en su sitio.




Observo al pequeño y alucino con su progresión. Ha crecido delante de nuestras narices casi sin darnos cuenta. Es un bichito delgado y fibroso que, sin las cualidades atléticas de su hermano, dedica cada uno de sus movimientos a imitarlo hasta la risa. El otro día les pregunté si querían hacer no-sé-qué y él, antes de contestar, miraba al mayor buscando respuesta. El mayor dijo que no y él, inmediatamente, negó con la cabeza. Ofrecí la misma propuesta de forma algo más atractiva y el mayor cambió de opinión ante la atenta mirada de su hermano que, sin demora, asintió también con su menuda cabeza. Algún torpe comentario debí añadir que hizo que el mayor volviera a cambiar de opinión, ofreciendo una nueva y rotunda negativa que se vio seguida por la esperada negativa de su fiel clon, que a ratos se convierte en una especie de minúsculo y adorable “clown”.




Observo largamente a mi mujer. Suelo observarla mucho pero, estos días, tengo la suerte de poder hacerlo más y mejor. Su pelo está algo más claro y alborotado de lo normal ‒el viento de poniente, es lo que tiene‒ y sus ojos, raro es el día que no se muestran más verdes que pardos entre los párpados entornados por la fuerza de sol. Su piel habitualmente blanca ya ha tenido tiempo de broncearse y curtirse, llenándose de vida y hermosa jovialidad. Este año pienso ponerme “negra”, repite sabiendo que eso es imposible. En el fondo, se conforma con broncearse y sentirse más guapa. A ratos, vagueo más de lo aceptable y su rostro se endurece ligeramente en una mueca de callada desaprobación, pero pronto las aguas vuelven a su manso cauce.



Observo a las gentes y sus costumbres.
Observo al discreto cuidador de origen hispanoamericano que pasea a un anciano por la piscina. Observo la confianza que muestra el anciano hacia su cuidador en el relajado rostro.
Observo a los jóvenes socorristas que concentran firmemente su mirada en los grupos de turgentes jovencitas apiñadas en el césped sobre sus toallas.
Observo a las madres que no dejan de ser madres en la playa y limpian mocos, arropan con toallas, preparan meriendas, limpian culos, untan cremas y reagrupan chanclas y rastrillos.
Observo a los negros vendedores de baratijas que pululan por la playa cubiertos de ropa, mostrando vistosos vestidos, divertidas pulseras y relojes de imitación, regalando sonrisas entre su verborrea de palabros en un castellano básico a medio camino entre el “Yo Tarzán, tú Jane” de Johnny Weissmüller y un gutural Swagili.
Observo los cuerpos de los bañistas y me topo con la cruda realidad de obesidad que nos rodea. Obesos que, en muchos casos, beben cerveza, comen patatas fritas y bollería y retozan de sol a sol sobre su toalla, ajenos por completo a los beneficios que les podría reportar un buen paseo.
Observo a las chabacanas pandillas de niñatos aspirantes a “ninis” que se despatarran o se amanceban, mientras ensucian y molestan. Con sus musculados, perforados y tatuados cuerpos en continua exhibición, su música bakalaera a todo volumen y su culto a la estupidez, gritan, corretean, se lanzan al agua, hacen peleítas levantando arena, juegan al fútbol repartiendo balonazos y se encaran con los ancianos que se atreven a recriminarles su comportamiento.
Observo a una abuela que deja el croché para acunar a un bebé y tararearle una melodiosa nana.
Observo a un abuelo que juega a la petanca con dos niños que deben ser sus nietos. Por su rostro intuyo que ni se acordaba de la última vez que ganó a algo.
Observo a una madre de mediana edad que quita la arena bajo la ducha a la salida de la playa a un hijo con algún tipo de grave parálisis motora. Mientras lo sujeta bajo sus axilas con el abrazo de uno de sus fuertes brazos, con el otro recorre cada rincón de su cuerpo para frotarlo con agua limpia. Él sonríe y se estremece en una mueca porque parece estar algo fría.
Observo a la empleada del supermercado que, hastiada de tanto veraneante, no encuentra motivo para dar una vez tras otra los buenos días y pasa mecánica y cansinamente los productos por el lector óptico a la espera de un “beep”. Siete con cinco. ¿Quieres las cinco? Lo que usted quiera. No, lo que quieras tú, le respondo. Se encoge de hombros y acepta con desgana la pequeña moneda cobriza.
Observo a los niños mayores que, con un móvil en una mano y la Nintendo DS en la otra, se agrupan en pandillas tras la hora de la cena. Llevan sombra en el mostacho y van guapos, arreglados y peinados y alguno, incluso acabará el verano con novia.
Observo a un tipo cuarentón que, escondido tras su ordenador portátil, no puede evitar andar observándolo todo y teclea, teclea, teclea...

16 comentarios:

Mariluses dijo...

Siempre consigues emocionarme y a la vez hacerme reir.....esta vez has conseguido llevarme allí contigo. UN besito Salva!!!!

virginia naranjo Cano dijo...

Hola Salva,
has plasmado exactamente todo lo clasico de los veranos que hemos vividos caso todos de pequeños,las autenticas escenas playeras tan entrañables, que se repiten año tras año,y que siempre nos evocan las mismas sensaciones, es un ciclo, por ultimo nos queda el dia de la recogida, el peor de todos(yo al menos siempre lo vivi asi)...disfrutas de las merecidas vacaciones y saborea esos placeres que ofrece el verano,
un abrazo.

Salva & co. dijo...

Hey, Mariluses!!!
¿Cómo va todo? Me alegro de que te hayas venido conmigo un rato a la playa, como en los viejos tiempos... Algún día tendré que hablar nuestro campamento, ¿no? Todos esos recuerdos y el tiempo que compartimos, lo merecen de sobra.
Un beso muy fuerte, guapi.

Salva & co. dijo...

Hola, Virginia!!!
Me alegro de escucharte. La verdad es que el verano tiene esas estampas repetitivas que son ya unos grandes "clásicos" del comportamiento humano, probablemente dignos de estudio. Por supuesto me he saltado muchas porque, si no, me volvería un coñazo. La del día de la recogida la he obviado queriendo porque aún "me se revuerve el estómago" sólo al recordarlo. Sin lugar a dudasm, de los peores días del año... jaja
Espero que tú disfrutes de tus "vacas" (como decíamos de pequeños) y coincidamos pronto, que ya hace tiempo...
Un besillo.

Anónimo dijo...

Espero que cuando llegues a Sevilla después de las fiestas de Maranchón no escribas sobre lo que ves, piensas y observas....

Un Gatillo que te admira
besos mil

Salva & co. dijo...

Querido Gatillo, pues, como me he propuesto escribir sobre todo lo que forma parte de mi vida, me va a resultar muy difícil no escribir sobre mis amigos del pueblo y lo bien que lo pasamos... Evidentemente, tendré que obviar algunos detalles y suavizar otros, tendré que remontarme a recuerdos que se remontan a la infancia y subiré alguna foto (del principio de la noche, claro) y tendré que hablar, tarde o temprano del gato que mejor cocina de toda la comarca, así, que no te hagas ilusiones.
Un abrazo, amigo. Gracias por pasar pa'dentro y por eso de "admirarme". Como dice un amigo nuestro, "¡Te voy a comer los huevos!"

María. dijo...

Cuando escribas un libro (si es que no lo has hecho ya y yo lo ignoro) avisame para ser de las primeras en comprarlo... Disfruta de las vacaciones. Besos a los 4 de los 2.5 ;)

Salva & co. dijo...

Hola, María!
¿Cómo va "todo"? Y me refiero a ese 0,5 extra que ha salido por ahí en las cuentas...
Espero que todo bien y sin las molestias típicas.
No te quepa duda de que serás de las primeras en saberlo, más que nada por lo exageradamente generosa que eres conmigo, ¡te lo has ganao! jeje. Bueno, ya tengo cosillas escritas por ahí, relatos y cuentos sobre todo, lo que pasa es que, bueno, para sacar algo a la luz ha de ser, al menos, medianamente bueno, ¿no? Tengo una colección de cuentos de este año a la que tengo mucho cariño y puede que haga algo con ela , o al menos lo intente... Ya te aviso.
También había pensado comenzar a publicarlos en mi blog, pero, no sé. parece una tontería, pero hay que darle muchas vueltas.
Gracias por tu confianza y tu cariño de siempre. Te estás ganando cada grano de arroz del rissoto, hija mía.
Besitos.

Olga V. dijo...

Me encanta como escribes... sí señor... Si te lanzaras con un libro, sería una lectora fiel. Te lo aseguro. Besos

Salva & co. dijo...

Hola, Olguita! Parece que ya eres una lectora fiel, incluso sin libro. ¡Soy un tipo con suerte!
Gracias por estar por ahí siempre, eh. Oye, ¿y por qué no nos vemos por ahí abajo?
Besitos.

REYES dijo...

Yo, siempre de las ultimas pero allá voy....
Genial, genial y genial, eres el genio de la botella, yo en mi salón con "lo mio...." y después de leerte he estado contigo yo también en la playa. Te quiero.

Lo del libro yo ya sé que es una realidad a la espera de que le llegue su momento. Y no, no hace falta que nos avises, a tus incondicionales no se nos va a pasar por alto.

Que grandísimo eres.

Salva & co. dijo...

Hola, reyes! Te esperaba, pero sabía que tenía que esperar un poco. ¿Mejorsita? Me alegro de haberte entretenido un rato y de que hayas venido a la playa conmigo. Me acuerdo de algunos veranos que coincidíamos en Chipiona y nos repartíamos entre los dos pisos de la abuela. Ahí, el ciento y la madre... ¡Cuántos recuerdos! Recuerdos que este año vienen un poco elevados al cuadrado y con mucho pellizco y muy amontonados y muy emotivos y muy todo... ¿En el cielo pondrán moscatel de El Castillito a la gente que ha sido mu, pero que mu güena? Digo yo que sí, ¿no?
Por lo demás, gracias por tus exageraciones.
Yo también te quiero taco.
PD: hoy estoy de guardia con el Dr. Cadenas.

María dijo...

Pero Salvita, creo que eres tu el exagerado, por que yo soy super mega objetiva, ja ja ja ja. Lo de los cuentos suena fenómenal, me encantaría leer alguno, te animo a que los cuelgues en tu blog a ver que pasa, y además si son infantiles quizás se los pueda leer a mi futuro hij@ (hoy quizás saldremos de dudas....). Ánimo, y lo siento, pero lo voy decir aunque me llames esxagerada, pero es que eres un CRAK!! ja ja ja Un besote guapo!!

Salva & co. dijo...

María, los cuentos de los que te hablo no son infantiles precisamente. Son versiones de cuentos tradicionales pero "a mi estilo", modificados, deconstruídos (como diría Adriá), con algunas vueltas de tuerca, mucho humor, algo de picante, algo de drama y algo de crudeza.
¿A que se apetece?
No creo que se los puedas leer a tu hijo, al menos hasta la mayoría de edad...jaja
Besitos, guapura.

ESPE dijo...

Desde que me incluistes en tu agenda de e-mail, siempre los leo además Y procuro acerlo en el momento en que más agobiada estoy ya que sé que pasaré unos momentos divertidos o emocionantes, porque el de la abuela me llegó al alma, hasta lloré y eso que estaba en el trabajo.
Como siempre no caigo de mi admiración por tí, que es lo que no sabes hacer.... eres simpático, divertido, buena persona., cariñoso, amable, escritor, dibujante, buen médico y sobre todo un buen amigo.... aunque un poco distanciados os mando un beso muy muy fuerte y espero que después del verano nos veamos, dile a tu querida esposa, que me apunte un día en su agenda quiero que veais a mi chica antes de que haga la Comunión.
Sigue así ya que a todos nos hace pensar buenos momentos....
Un gran beso para toda TU MARAVILLOSA FAMILIA.

Salva & co. dijo...

Hola, Espe, guapísima! ¿Ves? ya ha merecido la pena lo de mi blog, aunque sea sólo por que volvamos a saber de nuestras vidas.
Tienes razón en lo que dices de que tenemos pendiente conocer a tu pequeña, ya sin demora. Y no tienes razón en las exageraciones que dices sobre mí fruto del cariño, pero bueno, te lo agradezco igual, guapi.
Espero que estéis todos bien y a la vuelta de las vacaciones no permitiré que sigamos sin vernos... ¡Esto es una promesa en firme! jaja
Besos muy fuertes para los cuatro.