Collage íntimo

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Trocitos...

sábado, 15 de junio de 2013

Despedida y legado de nuestra dulce Marga. Non omnis moriar.

Ya ha ocurrido otra vez. La peor cara de la muerte se ha vuelto a llevar prematuramente a una gran persona, a un ser humano excepcional que no merecía tan cruel destino. Que haya un ángel más en el cielo no nos consuela a las personas que sólo deseábamos algo tan simple como seguir disfrutando de Marga, de su sonrisa, de su alegría, de su fuerza.. de su presencia.
Con Marga me ha ocurrido algo que sólo ocurre en contadas ocasiones a lo largo de la vida. Estoy habituado a que la presencia y/o influencia emocional de alguien en mi día a día resulten proporcionales al grado de consanguinidad o la antigüedad de la amistad. A ella la conocí hace relativamente pocos años y son, quizá, sus años de enfermedad los que nos han acercado. Nuestro cariño (hablo en plural porque comparto todo este sentimiento con Elo), preocupación y dolor fueron creciendo a medida que su enfermedad avanzaba. Su fuerza, su entereza, su madurez y su capacidad de lucha hicieron nacer y desbordarse un sentimiento de profunda admiración por ella y por su familia, así como una profunda toma de consciencia del increíble amor que sentía por mi mujer y por mis hijos. Un aprendizaje vital sobre lo que realmente importa y sobre cómo se ha de mirar al coco a los ojos y decirle "no te tengo miedo", "voy a luchar hasta la extenuación".
Marga nos ha regalado con su marcha algo impagable, una lección imprescindible compuesta por dos temas esenciales: El primero y más importante, disfruta de la vida y ama a tu gente pues no sabes lo que te espera a la vuelta de la esquina. El segundo, ten fe siempre, lucha mientras tengas fuerzas, sonríe incluso cuando todo vaya mal.
He aprendido a admirar profundamente a Valentín, su ejemplar marido. El hombre bueno y sereno que, gracias a su talante y a la paz que tiene y desprende, ha sabido hacer transitable el duro y cada vez más angosto y espinoso camino. Su presencia incansable, su sonrisa afable, su mirada tierna y su amoroso trato ha sido un continuo bálsamo en las heridas del cuerpo y del alma de nuestra querida Marga. Reza el adagio que no hay almohada más blanda que la conciencia tranquila, y saber que has hecho todo lo que has debido y podido, aunque no calme el dolor de la pérdida, seguro que amortigua parcialmente sus crueles punzadas.
El dolor de la familia, de esa madre hundida, agotada e indignada... y de los desgarrados hermanos, desprovistos de una insustituible parte de si mismos… de esos preciosos hijos aún ajenos al dolor, protegidos por la bendita capa aislante que proporciona su niñez, su inmadurez…  no me atrevo a describirlo con palabras tan simples como osadas, que siempre quedarán pequeñas. No me atrevo, ni siquiera, a pensar que puedo imaginarlo. Sólo siento cómo una extraña fuerza me empuja a unirme a él, a compartirlo, a sufrirlo con ellos a hacerlo mío por si ayuda, por si, al repartirlo, fuera capaz de menguarlo.
Mi amiga Yoyo se ha comprado un libro de citas comentadas y nos envía un poco de su sabiduría cada día. Hoy, tras el entierro, ha reenviado una de Horacio, de tiempo atrás. "NON OMNIS MORIAR" (No moriré del todo). Me encanta, sobre todo, porque habla de una actitud durante la vida y, fundamentalmente, ante la muerte. Habla de una actitud de consciencia, de determinación y de fe. Es evidente que quien cree que existe " ese algo" después de la muerte, cree que cuando su cuerpo muera, no morirá del todo. Igual que el que cree en la trascendencia de sus actos y en su perdurar en personas y entorno cercano...

No moriré del todo porque no muere del todo quien tiene fe.


No muere del todo quien deja algo en la tierra.
No muere del todo quien ha amado, pues su amor perdura siempre. Ni quien ha regado a su paso con bondad ilimitada.
No puede morir del todo quien ha compartido media vida con otro, quien ha creado tres pequeñas vidas que laten con la salvaje e insolente fuerza de la niñez... quien ha regalado sus diminutos genes y su alma partida en tercios.
No puede morir del todo quien te ha enseñado algo, pues vive en lo aprendido; en tu experiencia. Y quien te ha enseñado cómo vivir, sin remedio vivirá en tí.
No puede morir del todo aquella persona con quien has reído o llorado, pues revivirá en cada sonrisa y en cada lágrima.
No puede morir del todo quien consigue grabar recuerdos gratos en las memorias ajenas, quien ha hecho brotar en una amigo el deseo de ser mejor, de ser como él, de hacer las cosas a su manera. Con su fuerza, con su fe, con sus ganas y energía, con su alegría, con su valentía, con su decisión, con su elegancia, con su humor, con su tenacidad, con su brillo...
No muere del todo la estrella fugaz que deja su pequeña estela luminosa, apenas como un parpadeo, prendida en nuestra memoria en forma de deseo.
Y, por encima de todo, no muere del todo quien yo deseo y decido que no muera del todo. Aquella persona a quien recuerdo intencionadamente con frecuencia, aquellos cuyos nombres repito. No muere quien me dejó algunas anécdotas que contaré en torno a una mesa, quien me dio un ejemplo y sabiduría que pienso aprovechar, quien confió en mí y aprendió que podía contar conmigo siempre, quien me invitó a aprovechar la vida en cada milésima de segundo, quien me brota sólo en forma de palabras hermosas, quien me hace latir el corazón con fuerza, quien ya forma parte de mí porque compartió mi tiempo en el mundo, quien hizo mi mundo un poco mejor...
Gracias, Marga, por lo vivido, por lo compartido, por lo dejado, por lo aprendido. Por tanta enseñanza y tanto ejemplo. Por mostrarlos toda la bondad que puede hallarse en el universo. Por no morir del todo y quedar un poco en nosotros y en nuestros recuerdos.


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Salvador Terceño Raposo