Yo soy muy futbolero. Me encanta el fútbol: verlo, jugarlo, los futbolines, los juegos de fútbol de las "pleisteishons", los deportes en las noticias, las webs deportivas... ¡Todo!
Aun así, no soy muy fatiga con los partidos de la tele y no me trago cualquier Castellón-Las Palmas (con perdón) que echen en la tele, por muy aburrido que esté. Todo tiene un límite.
Claro que, un buen partido del Sevilla o alguno interesante de la selección española -mundiales y eurocopas, por supuesto- siempre son un buen plan.
Luego hay otros a los que es difícil negarse, como semifinales y finales de la Champions League o los grandes clásicos, no sólo españoles, sino de cualquier país con una liga medio decente, como, por ejemplo, la inglesa: Manchester, Liverpool, Chelsea, Arsenal, Manchester City, Tottenham, etc.
En España es difícil resistirse al magnetismo mediático y deportivo de los grandes clásicos como los enfrentamientos entre Barcelona, Real Madrid y Atlético de Madrid. Son partidos con tanto en juego, tanta calidad sobre el terreno de juego, tanta tensión y tanta rivalidad extradeportiva que, para un amante del fútbol, es algo así como un pecado perdérselo.
Pues, veréis; después de lo de ayer (y lo de ya tantas veces) estoy planteándome empezar a considerar seriamente la opción de perdérmelos.
El de ayer fue un precioso partido, vibrante, algo duro y rebosante de calidad y alternativas. No son frecuentes los clásicos así, la verdad. Suelen ser partidos muy tácticos, duros, igualados, condicionados por la ansiedad y el miedo a la derrota más que por el buen juego y el fair play.
Pero el de ayer no fue así. Bien es cierto que hubo bastante dureza en algunos lances del partido, más, evidentemente, por parte del equipo cuya consigna es jugar duro más que jugar bien. Pero, en general, en mi opinión, fue un partido disputado, hermoso, viril y abierto.
Por supuesto, no quiero que nadie me entienda mal. No simpatizo con ninguno de los dos equipos y, sinceramente, ojalá se inventara una forma de que perdieran los dos. No obstante, por simpatía a los colores de mi primos de Madrid, Juancar y Javi, y la alegría que a ellos le supondría, lo instintivo en mí es alegrarme si ganan los merengues.
Lo que ocurre, y perdonadme primos, es que se me está atragantando este Madrid, principalmente por todo lo que en él hay de su entrenador. Mourinho me cae como una despiadada patada en los "webs". Como diría Rhett Butler (Clark Gable) en Lo que el viento se llevó: Sinceramente, queridos, me importa un bledo si es buen entrenador o no. El colmo sería que, encima fuese un manta...
Dando por supuesto que sea bueno, eso no le da derecho a lucir semejante irrespetuosidad, habitualmente elevada a la enésima potencia de la más irritanteb chulería hacia todo lo que le rodea. Chulea a otros entrenadores y técnicos, a otros jugadores (ajenos y propios), a los periodistas en las ruedas de prensa... ¡A todo lo que se menea!
En mi opinión, ha teñido al Real Madrid con unos churretes que afean a uno de los clubes más grandes del mundo (si no el más grande). La dureza fronteriza con la agresividad que muestran los revolucionados jugadores en el campo, contrasta con el infantil lloriqueo de éstos y de su entrenador en las declaraciones posteriores, repartiendo culpas con generosidad hasta el extremo de no querer quedarse con ninguna. Ahora, por lo visto, resulta que los árbitros están en contra del Madrid y les pitan de pena. Hay manos negras por todas partes y es de interés general que el Barsa, que son una banda, gane por lo civil o por lo criminal.
¡De traca!
La vergonzosa tangana del miércoles dio al traste con un estupendo partido de fútbol, aceptablemente arbitrado, y que, probablemente, ganó quien más lo mereció. Pero, lo que verdaderamente mostró tal reacción es una absoluta pérdida de papeles, de señorío y de respeto por unos colores. El sello de Mou.
Los detalles, que sí son importantes:
Hubo dos o tres entradas duras de los jugadores del Barcelona, pero todas iban a ras de suelo y el jugador con la mano levantada en actitud de clara falta de intención o disculpa. Bastantes más entradas duras hubo de los madridistas, a veces bien arriba y, casi todas, protestadas airadamente al colegiado. En esto, Ramos, Pepe y compañía son especialistas: en comerse al árbitro. Luego ves las repeticiones en cámara super-lenta de la brutal entrada y del jugador escupiendo espumarajos a dos centímetros de la cara del árbitro. De niñateo, últimamnte, vamos bien, pero que bien servidos...
La entrada de Marcelo, fue la más dura de todas. Y se formó el taco. Los jugadores enzarzados en una maraña de agarrones, empujones y "tragantás", como en una cutre pelea de barrio. Solo que, presenciada por medio mundo. Y pa colmo, llega el artista y no se le ocurre otra cosa que meterle un dedo en el ojo a Tito Vilanova. Hay que estar un poco colgao, la verdad. El otro, se revolvió y le devolvió el gesto con una pequeña colleja que lo único que consguió fue que Mou pusiera esa expresión algo mema, haciendo morritos y muecas raras; medio sonrisas, medio pucheros...
Claro, luego lo negó todo. Y eso que él dice que el fútbol es un deporte de HOMBRES... Claro que no sé lo que es un hombre para él. Para mí un hombre es es otra cosa y no es más tío quien más fuerza muestra o quien más insulta o más jugarretas hace; sino el que es más cabal, más caballero, más honrado y más de verdad. El que te da la mano y te mira a los ojos, el que te habla con el corazón y el que tiene suficiente humildad para aceptar las derrotas y talento para celebrar las victorias. Eso, entre otras cosas, es un hombre.
Pero hay otro problema. Hoy en las noticias deportivas sacan una encuesta callejera en la que preguntan a los aficionados madridistas si están a favor o en contra de Mou; y todos los que mostraron (creo que entre diez y quince) estaban claramente a favor de Mou. Tan sólo un par de ellos, con algunas reservas. Uno de ellos hizo referencia a la siguiente estrofa de la letra del himno del Real Madrid con la que el portugués (y algunos de sus más espabilados pupilos) parecen limpiarse el culete tras ir al tigre.
La estrofa es ésta:
"Enemigo en la contienda,
cuando pierde da la mano
sin envidias ni rencores,
como bueno y fiel hermano."