Collage íntimo

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Trocitos...

lunes, 28 de marzo de 2011

YO PROCRASTINO, TÚ PROCRASTINAS, ÉL PROCRASTINA...


Hace unos días hablaba alguien en un grupo de Facebook sobre una palabra que está "de moda" y que a esa persona, personalmente, le produce cierto rechazo. La palabra en cuestión es: PROCRASTINAR.


Sí, la he escrito bien.


Según he leído en diferentes fuentes, la PROCRASTINACIÓN (del latín: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro) es la acción o el hábito de postergar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes y agradables. Comentaba esa persona que le fastidia mucho esta reciente costumbre de poner de moda palabras que acaban repitiéndose hasta la saciedad y, en ocasiones, con una difícil pronunciación.


Durante dos años, esta persona trabajó en el sistema educativo público de Estados Unidos y, según dice, la palabrita se escuchaba y leía por todas partes. Él, en cambio, proponía una palabra más sencilla y cotidiana como es "dilación". No estoy muy de acuerdo. Básicamente por dos motivos: el primero es que "procrastinar" es un verbo y "dilación" un sustantivo (no existe el verbo "dilar", sí "dilatar" en el sentido de "diferir", "retardar"). El segundo motivo es que no significan exactamente lo mismo. Algo se puede retrasar o postergar de manera inevitable o como una mera cuestión cronológica, igual que se retrasa una reunión o una cita. La procrastinación implica esa sustitución de lo que debe hacerse por otra actividad placentera de menor importancia. Ese es el matiz.


Según he estado leyendo, puede abarcar desde la mera constitución de un mal hábito hasta la manifestación como síntoma de complejas enfermedades como el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). Sinceramente, no creo que esté de moda la palabrita por capricho de nadie. Más bien diría que somos víctimas de una epidemia a global. Cada vez somos más procrastinadores en una sociedad procrastinadora.


¡Qué férrea voluntad han de desarrollar nuestros hijos si han de ser capaces de concentrarse en el estudio con tantas y tales atracciones ante sus ojos! Innumerables canales infantiles emitiendo a todas horas, cientos de miles de juguetes almacenados en las estanterías, video-consolas, mini-consolas, consolas de bolsillo, toda la información (y la distracción) que ofrece Internet a un sólo click de distancia...


Si no ponemos remedio a tiempo, estaremos creando fracasados en potencia. Niños cuyo desarrollo educativo y psicopedagógico no será el adecuado, incapaces de centrarse ni de concentrarse. Víctimas de un inevitable y pernicioso sentimiento de frustración por no conseguir sus objetivos. Hombres que serán incapaces de aprovechar su tiempo y andarán siempre presos de su mala organización y de los inciertos resultados de las soluciones de última hora. Vivimos en una sociedad hedonista que fomenta salvaje y descaradamente la procrastinación.


Yo, que me considero (de manera absolutamente justificada, claro) bastante normalito, al leer sobre el tema he hallado en mí mismo bastantes rasgos sospechosos... De hecho, ahora debería estar recogiendo el fregado…


Definitivamente, no es una moda... ¡Es una maldita epidemia!


Para quien desee leer algo más: http://www.telegama.com/societyof2000/ver.asp?art=3619

viernes, 25 de marzo de 2011

Good bye, Cleopatra! ¡Adiós, séptimo arte!

Liz Taylor ha muerto.

Con ella se va una de las más bellas mujeres de la historia del cine.

Con ella se va una de las actrices con más sensualidad, personalidad y fuerza que se ha paseado por la gran pantalla. Dos Oscars y multitud de premios y reconocimientos avalan su dilatada carrera. Ni que decir tiene que ha sido una de las actrices más deseadas e imitadas, con lo que ello implica en cuanto a la justificada adoración que se le profesa a todo lo largo y ancho del planeta.

Durante estos días veremos en cada noticiario y programa temático, multitud de reseñas biográficas calcadas unas a otras. Los periodistas harán su trabajo y buscarán datos en la red para contarnos una vez más lo de su turbulenta vida amorosa, lo de sus ocho matrimonios, lo de su tormentosa relación con Richard Burton. Nos repetirán hasta la saciedad aquello de su gran amistad con Rock Hudson y su determinada lucha contra el SIDA. Volverán a pasar esas imágenes cogidas de la mano de Michael Jackson, recordándonos lo íntimos que eran y aquellas últimas apariciones televisivas que quedarán para el recuerdo.

Al parecer nadie nos va a contar nada que ya no sepamos. Echo de menos la emisión de algún elegante documental en el que lleguemos a conocer un poco más a la mujer que fue. O una entrevista en V.O.S.E. en que, libres de los corsés de la interpretación y el doblaje, palpemos en su esencia la calidad de la persona, su timbre de voz, su forma de sonreír, de mirar, de callar, de pensar…

Por otra parte, cada vez que perdemos a una de estas míticas estrellas, me hace tomar consciencia de cuán lejos queda aquella forma de hacer cine que, al igual que la hermosa Liz, ya nunca volverá.

La era digital, los efectos especiales y las grandes superproducciones, con el único y loable fin de recaudar ganancias, han relegado a un segundo plano al ARTE, a la preocupación por la belleza y la narración visual, por el texto estudiado, por la fotografía sublimada, por la partitura perfeccionada y la interpretación volcada, a veces desde las vísceras y otras desde el alma.

Good bye, Cleopatra!

¡Adiós, séptimo arte!

martes, 22 de marzo de 2011

¡Ha estallado la "Intervención Militar" en Libia!


Claro, porque ahora las guerras no se llaman guerras. Se llaman INTERVENCIONES MILITARES, que suena de otra manera...
Siempre que empieza una guerra me acuerdo del impactante título del libro de José María Gironella, "Ha estallado la paz", tercera parte de una trilogía en que narra la época previa a la guerra civil española (Los cipreses creen en Dios), el propio conflicto (Un millón de muertos) y la postguerra en el título antes mencionado. Aprovecharé para decir que nadie concluirá dichas lecturas decepcionado.
Pues bien, el pasado domingo volví a recordar dicho título al comprobar por las noticias que EEUU estaba bombardeando al tunante de Gadafi.
Sinceramente, no puedo decir que esté a favor ni en contra de la guerra. Claro está que depende de las circunstancias y los condicionantes. Gadafi es un dictador sanguinario y un cruel tirano a quien, primero su propio país y luego toda el concierto internacional, han terminado aceptando. Tras 41 años en el poder y, sin lugar a dudas por intereses económicos (petróleo y gas), ha acabado siendo recibido con honores de jefe de estado en casi todos los países poderosos del mundo. Ahora que se le ha revuelto parte del pueblo vuelve a demostrarnos la fiera corrupia que siempre ha sido...
La comunidad internacional no está dispuesta a tolerar ese comportamiento y ya está el lío montado. Bloqueo aéreo y naval, los misiles de camino, reactores a la espera, la flota en el Mediterráneo... La colaboración española de camino... Porque ese comportamiento es intolerable...
...sobre todo en los países ricos en petróleo y e hidrocarburos, de donde se puede sacar tajada y media una vez cortado el melón...
La intervención es necesaria, pero los motivos son los que parecen un poco turbios. Más que turbio, esto parece un fangal... Otros países como el Chad, con un subsuelo menos antojadizo, no tendrán la suerte de recibir tal "INTERVENCIÓN MILITAR"... Allí, directamente, se las tendrían que apañar con su GUERRA como buenamente pudieran porque no iba a ir a echar una mano ni blas.
De todas formas, no todo es pesimismo. Me tranquiliza saber que en breve aparecerá en pantalla ese valiente grupo de artistas que proclamaron con arrojo y decisión su "no a la guerra" en el congreso de los diputados y tantos otros medios. No a la guerra de Aznar, claro... la de ZP es chachi piruli, es de mentirijillas... total, si sólo van a ser tres meses...
Pues eso, aquí espero...

sábado, 12 de marzo de 2011

¡Apagad la tele, por Dios!

En mi humilde opinión, habría que inventar una palabra nueva para describir la televisión que nos "alumbra". La expresión "Tele-basura" hace tiempo que se queda corta, bien sea porque nos hemos habituado a ella o porque los programas emitidos han progresado en su nauseabunda degradación.
Nuestro cerebro está dotado de una admirable elasticidad y es capaz de desarrollar con rapidez la más cándida tolerancia a las modificaciones del entorno. Lo que en un primer momento nos puede provocar incomodidad, rechazo y repulsión, tras un cierto tiempo de acostumbramiento, llegaremos a recibirlo y asumirlo con total normalidad.
Las escenas de violencia, de guerra, de cuerpos mutilados, de horror y muerte que llenan nuestros noticiarios televisivos; las escenas con alto y vulgar contenido sexual explícito; los vergonzantes y zafios programas conocidos como "Reality Shows" en que, de manera cotidiana y descarada, se hace apología de la vulgaridad, ensalzamiento del amarillismo y encumbramiento de la "mala educación". Estos me motivan sobremanera.
No sólo se muestra en estos programas a personajes con escaso "brillito" mental, que gritan, se insultan, hacen aspavientos, se lanzan miradas letales, maltratan nuestra lengua y nuestra gramática y presumen de vulgaridad y horterismo... Además, se deja bien a las claras que aquellos cuya zafiedad y desvergüenza sea mayor, tendrán más minutos en pantalla, más colaboraciones en programas de la misma cadena y más éxito en general.
Todo esto sólo puede suceder por una dolorosa razón: lo vulgar gusta. Os aseguro que a mí, personalmene, ni lo más mínimo; pero al grueso de la población, no sólo le gusta, sino que le pirra.
Una conclusión a la que he llegado con respecto al mundo de la televisión es que "lo que no se ve, se quita y lo que está es porque se ve". Entiendo que la televisión vive de la publicidad (que pagamos todos, como parte del precio, al adquirir los productos anunciados) y esa publicidad se nos mete por los ojos mientras vemos nuestros programas favoritos. El objetivo de las cadenas es conseguir audiencia para su canal y para sus anunciantes, lo cual les reportará pingües beneficios. La pregunta sería: ¿Es ético emitir programas con tales contenidos a sabiendas de que la audiencia general los devorará a pesar de que resulten perjudiciales para sus neuronas? ¿Actúa con ética el camello que, por su exclusivo beneficio, vende droga al yonky sabiendo que le destruirá inexorablemente?
Me deprime indescriptiblemente ver cómo aumenta el número de esos programas en las parrilas de los diferentes canales, cómo la zafiedad triunfa y lo vulgar se generaliza. Me entristece ver a jóvenes cuya máxima aspiración es conseguir ese minuto de gloria. Me asusta pensar en el efecto que todo esto puede causar en nuestros hijos y en su forma de ver el mundo. Me indigna que nustras autoridades permitan y amparen toda esta basura.
Del aquel rancio "pan y circo" hemos pasado a un moderno "basura sin pan". Oye, y tan contentos...
Por favor, dos ruegos (o consejos, según se mire), por vuestro bien:
Uno: No consumáis progamas basura ni permitáis que vuestros hijos creen tolerancia hacia ellos. No dejéis que crezcan en la convicción de que "eso" es normal.
Dos: No tengáis la tele siempre ancendida. Apagadla de vez en cuando. La sensación de placer es indescriptible. Poned música; esos viejos CDs que hace años que no escucháis. Bailad con vuestros hijos si los tenéis. Bailad con vuestra pareja. Bailad solos. Leed. Descansad.
Ya me contáis.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Una buena peli: Despedidas

Estos días he podido ver una conmovedora película que me gustaría recomendaros. Se llama "Despedidas" (Yojiro takita, 2008) y fue, representando a Japón, Oscar a la mejor película de habla no inglesa.
Veréis, me considero cinéfilo sin caer en la pedantería ni en la extravagancia. Trato de beber de la inconmensurable fuente de la historia del cine y de los grandes directores que crean a diario en todos los rincones del mundo. Tanto he oído y leído del cine oriental que me he propuesto descubrirlo y desentrañarlo, desde Ozú, Mizoguchi y Kurosawa hasta los nuevos y prometedores directores japoneses, surcoreanos, etc.
Normalmente veo cine con mi mujer y suelen surgir conflictos a la hora de elegir la película que vamos a ver. Cuando llevamos vistas diez o doce películas seguidas de esas llamadas "comedias románticas", ella suele decirme: "pon una de esas de chinos, de las tuyas"... (no tiene guasa). Y el otro día fue uno de esos. Me acordé de esta "Despedidas", que hacía tiempo que quería verla y nos pusimos sin darle tiempo a que se arrepintiera.
La película trata sobre un joven violonchelista cuya orquesta cierra y se ve obligado a volver con su novia a su ciudad natal, habitando la casa que fuera de su madre. Su padre les había abandonado siendo él un niño. Encuentra trabajo como ayudante de amortajador, aunque lo oculta a su novia. Ahí comienza un porceso de crecimiento interior del protagonista que descubre en la delicada y trascendental belleza de su oficio una vocación desconocida. A medida que va aprendiendo el poco valorado oficio, aprende sobre la muerte y cómo ésta es vivida por cada familia. Cada escena de los amortajamientos está rodada con una delicadeza sólo asequible a la respetuosa mentalidad oriental. La fotografía resulta maravillosa y la genial partitura (y la presencia constante del violonchelo) lo envuelve todo continuamente, ayudando sin excesos a que la historia y sus entrañables personajes nos conmuevan el alma.
¿Qué más deciros? A mi mujer le encantó.
Os invito a sacudirnos un poco ese pegajosa presencia del omnipresente cine comercial americano. No digo (Dios me libre) que no lo veáis; yo también lo veo. Sólo que hagáis disfrutar a vuestras neuronas recibiendo de vez en cuando un poco de aire fresco en forma de "ese otro cine".
Sed buenos.
Te quiero, chiqui.

jueves, 3 de marzo de 2011

Invitación a la vida

¡Hola, gente! (si es que hay alguien ahí) ¡He vuelto!
No, no había ido a comprar tabaco ni estaba durmiendo... es que he estado liado con otras cosas. Para qué aburriros con narcóticas explicaciones que no me habéis pedido, ¿no?
Hoy un amigo ha comenzado su andadura con un interesante blog y, mira por donde, me he acordado de mi propio blog y he decidido derle un poco de vida. Ese poco de vida no tiene nada que ver con el título de la entrada. Esa frase tiene más que ver con una difícil situación que estamos viviendo en mi familia (en un sentido amplio). No quiero dar muchos datos porque no vienen al caso, pero cierta persona de mi familia cercana está muy enferma. Lleva semanas en la UCI aunque parece que ya con discretas mejorías que invitan a la esperanza. Su marido día a día nos está regalando inmejorables ejemplos de cómo afrontar una situación tan desgarradora como ésta. Hoy nos ha obsequiado a primera mañana con un correo en el que nos informaba que esta misma mañana se dirigiría al centro de transfusiones a donar sangre y órganos. Durante el ingreso han necesitado grandes cantidades de sangre y durante mucho tiempo se temió un daño renal permanente que, en el futuro, precisara un trasplante. En el correo nos invitaba a todos a hacer lo mismo que él y yo he querido esta mañana extender esa invitación a la vida, a la generosidad y a la esperanza. La esperanza que podría parecernos la de otros, pero que un día podría ser la nuestra o la de uno de nuestros seres queridos.
Me alegro de veros otra vez.
Que tengáis buen día.